Bueno, lo que vais a leer ahora en episodiosdevida es tan habitual que dudo que a alguno de vosotros no le haya pasado o le esté pasando ahora mismo. Si todavía no te ha pasado, háztelo mirar porque igual tú eres el protagonista de la historia.
Antes de las redes sociales, en los grupos de amigos había una serie de personajes bien definidos, es como si por algún tipo de ley universal todos los grupos tuviesen al amigo guapo, al inteligente, al tímido, al friki, al feo… pero ante todos ellos destaca uno.
Destaca porque le gusta llamar la atención y por su facilidad para tener el comentario más inoportuno en el momento menos adecuado.
Sí, sé que te habrás dado cuenta de que te estoy hablando del “cuñao”. Esa persona que siempre tiene un chiste para tu comentario y además es un experto en cualquier tema de conversación que surja.
Estas estructuras grupales se han trasladado a las redes sociales y, concretamente, a WhatsApp. En casi cualquier grupo de WhatsApp encontramos al “cuñao” de turno.
Entre mis grupos de WhatsApp hay uno en el que nos encontramos varios amantes del running. No es un grupo muy numeroso. Somos unas 15 personas de edades muy variadas. Solemos utilizarlo para quedar de vez en cuando para correr y para pasar los clásicos enlaces de carreras o de noticias de atletismo. Muy buen ambiente.
Como buen rebaño, destaca entre esta pequeña multitud un ser “superior”, alguien que sabe de todo y que tiene un comentario para cada conversación. No suelen ser comentarios que aporten, pero siempre tiene algo que añadir. Es de chiste fácil; rancio podría decirse. Con la ayuda de internet, siempre tiene algún meme jocoso o subido de tono. Sí, es él, lo habéis detectado. El “cuñao” del grupo. Llamémosle “señor X”
La cuestión es que son muy pocas veces (casi se podrían contar con los dedos de una mano) las ocasiones en las que alguien le ha reído las gracias o le ha seguido el juego. Es más, todavía no entiendo qué hace metido en este grupo si nadie le contesta los mensajes. Imagino que se le habrá metido por desconocimiento de su ser y que ahora se mantiene por pura educación.
El “señor X” insiste por integrarse en el grupo: manda chistes, memes y ríe todas y cada una de las gracias que alguien haga. Por el contrario, hacia él no hay más que vacio y un eco constante. Se podría imaginar incluso que cuando él escribe, en su móvil suena un grillo y aparece por la pantalla el clásico matojo rodante en mitad de un desierto.
No continúo con las explicaciones porque sé que todos en vuestra mente tenéis a vuestro “cuñao” particular y, si por algo se caracterizan es porque todos actúan de la misma manera.
Me voy a la explicación de lo que se está haciendo con esta persona. El nombre técnico es “Ostracismo” y consiste en ignorar a una persona que pertenece a un grupo social. Es decir, esta persona sí pertenece al grupo y es dentro de esta estructura social donde se le ignora.
La persona que sufre el ostracismo tiene efectos negativos en sus necesidades básicas de pertenencia, control y autoestima.
Por el contrario, las personas que lo ejercen experimentan una mayor satisfacción de esas necesidades.
En la actualidad, con las redes sociales existe un paradigma, el O-cam, que combina el ostracismo social con el ciber-ostracismo (que realmente es el que se da en el ejemplo de mi grupo de WhatsApp que comentaba más arriba).
Hay estudios que demuestran que el ser excluido activa las mismas áreas cerebrales que al sentir dolor físico, algo que se puede mitigar con el acto contrario, la pertenencia y relación con el grupo (lo que podría explicar la insistencia del “señor X” por integrarse en el grupo, aunque sepa hacerlo de una mejor manera).
Vamos, toda la vida se ha dicho que el ser humano es social y hay muchos estudios que lo demuestran. Hemos llegado hasta este punto evolutivo gracias a hacerlo en grupo y, si seguimos evolucionando será gracias a seguir haciéndolo como sociedad y no de manera individual por mucho que alguno se empeñe.
Pd: Si te parece interesante cómo actuamos las personas en grupo no te pierdas lo que pasó en Ámsterdam.
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