Lo sé, he estado ausente varias semanas y no habéis tenido ninguna historia nueva, pero es que el verano es para disfrutar y la gente odia pensar. Además, sé que pocos de vosotros no ibais a estar atentos a episodios de vida. Pero no pasa nada, ya estoy de vuelta y creo que os traigo algo muy interesante.
Seguro que en más de una ocasión habéis ido a un comer o cenar a algún restaurante con familiares o amigos y estoy convencido de que alguno de ellos, o vosotros mismos, os mostráis indecisos ante la variedad de platos que os ofrece la carta. O también tendréis compañeros de trabajo que no quieren pensar y les gusta más realizar trabajos mecánicos o que una persona les diga lo que tienen que hacer antes de tener que tomar ellos mismos la iniciativa.
Reconozco que a mí personalmente me ha pasado en más de una ocasión cuando voy a comer fuera, especialmente cuando sabes que hay varios platos de ese restaurante que están deliciosos.
Esta historia se me ocurrió en una cena que tuve este verano con un grupo de amigos en un restaurante japonés (por cierto, totalmente recomendable). Este restaurante tiene 2 peculiaridades:
- La primera de ellas es que el número de comensales es muy muy limitado. Tan solo aceptan 8 personas por turno, y es que la chef te está cocinando en vivo mientras te explica un montón de cosas sobre el plato, los ingredientes o la cultura japonesa.
- La segunda peculiaridad es que no existe una carta. Es un menú cerrado en el que no tienes posibilidad de elegir platos.
Hay personas que pueden pensar que es una tontería, pero para otras muchas estoy convencido que es una gran solución a un pequeño problema que tenemos: pensar.
Cuando te vas a comer o a cenar a un restaurante con tu pareja o amigos, normalmente lo haces para disfrutar. Cuando quieres simplemente disfrutar y pasar un buen rato, muchas personas no quieren pensar ni tener que tomar decisiones, así que esta es una buena manera de limitar estas 2 funciones.
Todo esto tiene una explicación psicológica (ya sabéis que en episodios de vida siempre buscamos una explicación a las historias que os cuento)
Una de estas explicaciones es la siguiente:
Tomar decisiones implica un esfuerzo mental. Cuando a las personas se les presentan muchas opciones o mucha información, pueden experimentar lo que se llama «sobrecarga cognitiva», lo que genera ansiedad o fatiga mental. Recibir información más resumida o dirigida reduce esta sobrecarga, haciéndolo más manejable. Este fenómeno se conoce como “sobrecarga cognitiva”.
Por otro lado, otra explicación puede ser la “teoría del locus de control”: algunas personas prefieren tener menos control sobre decisiones complejas, lo que se llama «locus de control externo». Prefieren que se les guíe o que alguien más tome las decisiones porque eso reduce el estrés que les genera la responsabilidad.
Una última explicación que me gustaría daros es la de la evitación de la paradoja de la elección: Según la teoría de la paradoja de la elección de Barry Schwartz, más opciones pueden generar insatisfacción o arrepentimiento. Tener muchas elecciones puede hacer que las personas se sientan abrumadas o preocupadas por tomar la decisión «incorrecta», lo que las lleva a preferir que alguien más filtre la información por ellas.
Seguro que en más de una ocasión os ha pasado a vosotros este fenómeno. Estáis cansados y simplemente queréis relajaros y descansar, así que cuanto menos tenéis que pensar en esos momentos, mejor, menos fatiga cognitiva y menos cansancio mental.
Si has llegado hasta aquí, te recomiendo que leas ¿por qué necesitamos nuestra rutina diaria?